Todo era
demasiado perfecto, por eso pasó, por eso te llevó aquél otro ángel de mi lado.
Las
tardes pasan con las horas cortas… te veo y sonrío como un niño pequeño,
embelesado en tu mirada, en tus andares, en tus gestos… en tus labios que
pronuncian palabras en las que pierdo el hilo, ya que tú, todo tú… me embriaga
como el más dulce de los cócteles, como la droga más fuerte y adictiva que
existe… eso eres tú para mí.
Verte
cada día, se ha hecho como el aire para respirar; nada tiene sentido si no siento
tu presencia, si no oigo ni siquiera tus pasos entrar por donde esté.
No sé
cómo he llegado a esto, ni cuándo. Sólo sé cómo te conocí, en aquél restaurante
donde trabajaba de verano, en la playa junto al mar. Nunca pude imaginar en ese
entonces, que llegaría a amarte con esta locura. Estabas ahí, sentado donde
siempre, leyendo ese periódico extranjero que no entendía, eras profesor de
filología inglesa… Nunca tuve mejor maestro.
Tu piel
bronceada al sol, lisa y perfecta en toda su amplitud, con esas masas fuertes
en sus zonas exactas en tu alto y esbelto cuerpo… Ese pelo suave y fino, algo
rebelde, de un negro mate… que te daba un aire de demonio carnal. Tu cara de
estatua griega, con esa nariz pequeña y menuda, pero tan bien hecha para completar
a esos ojos verdes amarronados y a esa boca pequeña de gruesos labios… que amé.
Aún
recuerdo aquella primera vez, mi primera vez contigo, en tu apartamento de
verano, tras salir de mi trabajo…
“Eres tentador” Dijiste.
Te
sonreí extrañado, sin saber qué hacer ni atenerme, nunca había tenido una
relación ni ningún encuentro como este. Sólo se me ocurrió una cosa.
“Tú eres mi tentación, yo soy un
ángel y tú… un demonio, yo soy el pecador.” Respondí.
Y era
cierto, mis ojos azules y pelo rubio, como los de esas criaturas de las alturas;
me cuido, voy al gimnasio a menudo, y nunca me paso en nada… excepto contigo…
Tú me enseñaste a pasar la línea del placer y de todo lo que conocía, un mundo
nuevo.
Pasó el
tiempo, y el verano acabó, me pediste que me quedase, que lo dejase todo y
siguiera en ese lugar contigo, tú eras de esta costa, y trabajabas en la
capital, a unos diez minutos del diminuto pueblo.
No pude
decirte que no, no tenía motivos para irme… sólo para quedarme.
El
caminar juntos por la playa, se hizo monótono; hablando de cada sueño que teníamos,
de cada obstáculo que nos enfrentábamos y superábamos… hubo tantos… Mi familia
y amigos, no podían entenderlo, todo eran amenazas… pero nos teníamos el uno al
otro, nosotros nos comprendíamos, éramos almas gemelas… Y cuando nos amábamos,
no existía nada más, nos fusionábamos en uno, sin distinción que no fueran
nuestros cabellos. Aquello era suficiente para derribar a todos mis fantasmas.
Me
pregunto cuánto amor tengo guardado, porque aún no puedo olvidarte, y bien que
me dijiste que lo hiciera… que esa era tu única voluntad…
Todo
pasó tan rápido, ¿quién iba a decirnos que esto sucedería?, que esa enfermedad
iba a poder contigo. Me niego a creer que te fuiste.
Es por
ello que tienes que perdonarme, nunca podré cumplir esa promesa. Prefiero verte
caminar aún por esta playa, deambular por la casa e imaginar que sigues allí…
prefiero todo esto a dejarte morir en mi olvido; pues no volveré a amar, te
llevaste mi único corazón.
Por eso
es que escribo en este papel, todo lo que siento en estos momentos, pues sólo
hay una solución, no me queda otra, quiero seguirte… allá donde estés… quiero
estar contigo, entre tus brazos, que me calmen tus palabras, y me consuelen tus
labios…
Sé que
estoy llegando a mi fin, el veneno ha acabado por hacerme efecto, el agua me espera
esta noche, hoy velaré en tus sueños porque me reuniré a tu lado, al único
lugar donde he sido feliz.
De
acuerdo, no te pediré me perdones por hacer lo que voy a hacer, sólo que me
abras tus brazos y me acojas, y que tu corazón, aunque ya no palpite en un
cuerpo físico, me diga que me amas y que no te olvidaste de mí ni en el mismo
infierno.
Soy tu
ángel… y tú mi demonio. Nos complementamos como el ying y el yang, como las
olas al mar.
El
último trazo de caligrafía, termina con el papel de pergamino. Lo envuelvo en
plástico, sellándolo para que el agua no borre nada… aunque sea tinta china de
pluma antigua. Lo meto en el interior del cristal y cierro la botella. Me pongo
en pie lanzándola desde el acantilado, las olas rugen abajo, llevándosela
consigo, sumergiéndola y mareándola en sus aguas saladas.
Mi mensaje en una
botella, llegará a manos de alguien y sabrá nuestra historia.
- Voy
hacia a ti, mi demonio.- digo antes de tirarme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario