Labels

viernes, 13 de julio de 2012

Mensaje en una botella


Todo era demasiado perfecto, por eso pasó, por eso te llevó aquél otro ángel de mi lado.

Las tardes pasan con las horas cortas… te veo y sonrío como un niño pequeño, embelesado en tu mirada, en tus andares, en tus gestos… en tus labios que pronuncian palabras en las que pierdo el hilo, ya que tú, todo tú… me embriaga como el más dulce de los cócteles, como la droga más fuerte y adictiva que existe… eso eres tú para mí.

Verte cada día, se ha hecho como el aire para respirar; nada tiene sentido si no siento tu presencia, si no oigo ni siquiera tus pasos entrar por donde esté.

No sé cómo he llegado a esto, ni cuándo. Sólo sé cómo te conocí, en aquél restaurante donde trabajaba de verano, en la playa junto al mar. Nunca pude imaginar en ese entonces, que llegaría a amarte con esta locura. Estabas ahí, sentado donde siempre, leyendo ese periódico extranjero que no entendía, eras profesor de filología inglesa… Nunca tuve mejor maestro.

Tu piel bronceada al sol, lisa y perfecta en toda su amplitud, con esas masas fuertes en sus zonas exactas en tu alto y esbelto cuerpo… Ese pelo suave y fino, algo rebelde, de un negro mate… que te daba un aire de demonio carnal. Tu cara de estatua griega, con esa nariz pequeña y menuda, pero tan bien hecha para completar a esos ojos verdes amarronados y a esa boca pequeña de gruesos labios… que amé.

Aún recuerdo aquella primera vez, mi primera vez contigo, en tu apartamento de verano, tras salir de mi trabajo…
“Eres tentador” Dijiste.
Te sonreí extrañado, sin saber qué hacer ni atenerme, nunca había tenido una relación ni ningún encuentro como este. Sólo se me ocurrió una cosa.
“Tú eres mi tentación, yo soy un ángel y tú… un demonio, yo soy el pecador.” Respondí.
Y era cierto, mis ojos azules y pelo rubio, como los de esas criaturas de las alturas; me cuido, voy al gimnasio a menudo, y nunca me paso en nada… excepto contigo… Tú me enseñaste a pasar la línea del placer y de todo lo que conocía, un mundo nuevo.

Pasó el tiempo, y el verano acabó, me pediste que me quedase, que lo dejase todo y siguiera en ese lugar contigo, tú eras de esta costa, y trabajabas en la capital, a unos diez minutos del diminuto pueblo.

No pude decirte que no, no tenía motivos para irme… sólo para quedarme.

El caminar juntos por la playa, se hizo monótono; hablando de cada sueño que teníamos, de cada obstáculo que nos enfrentábamos y superábamos… hubo tantos… Mi familia y amigos, no podían entenderlo, todo eran amenazas… pero nos teníamos el uno al otro, nosotros nos comprendíamos, éramos almas gemelas… Y cuando nos amábamos, no existía nada más, nos fusionábamos en uno, sin distinción que no fueran nuestros cabellos. Aquello era suficiente para derribar a todos mis fantasmas.

Me pregunto cuánto amor tengo guardado, porque aún no puedo olvidarte, y bien que me dijiste que lo hiciera… que esa era tu única voluntad…

Todo pasó tan rápido, ¿quién iba a decirnos que esto sucedería?, que esa enfermedad iba a poder contigo. Me niego a creer que te fuiste.

Es por ello que tienes que perdonarme, nunca podré cumplir esa promesa. Prefiero verte caminar aún por esta playa, deambular por la casa e imaginar que sigues allí… prefiero todo esto a dejarte morir en mi olvido; pues no volveré a amar, te llevaste mi único corazón.

Por eso es que escribo en este papel, todo lo que siento en estos momentos, pues sólo hay una solución, no me queda otra, quiero seguirte… allá donde estés… quiero estar contigo, entre tus brazos, que me calmen tus palabras, y me consuelen tus labios…

Sé que estoy llegando a mi fin, el veneno ha acabado por hacerme efecto, el agua me espera esta noche, hoy velaré en tus sueños porque me reuniré a tu lado, al único lugar donde he sido feliz.

De acuerdo, no te pediré me perdones por hacer lo que voy a hacer, sólo que me abras tus brazos y me acojas, y que tu corazón, aunque ya no palpite en un cuerpo físico, me diga que me amas y que no te olvidaste de mí ni en el mismo infierno.

Soy tu ángel… y tú mi demonio. Nos complementamos como el ying y el yang, como las olas al mar.

El último trazo de caligrafía, termina con el papel de pergamino. Lo envuelvo en plástico, sellándolo para que el agua no borre nada… aunque sea tinta china de pluma antigua. Lo meto en el interior del cristal y cierro la botella. Me pongo en pie lanzándola desde el acantilado, las olas rugen abajo, llevándosela consigo, sumergiéndola y mareándola en sus aguas saladas.
Mi mensaje en una botella, llegará a manos de alguien y sabrá nuestra historia.

- Voy hacia a ti, mi demonio.- digo antes de tirarme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario